La música independiente que apareció en los años 80, pero se fortaleció en los 90 y 2000, quiso distanciarse rápidamente de toda la estética recargada y glamorosa que se venía viendo en los escenarios, y para ello decidió no entrar en ninguna moda, ni identificarse con un estilo. Mezclar era la consigna. Su amor por reciclar y por reutilizar le dio un espacio importante al mundo vintage. Por Pilar Luna Con un espíritu marcado de ser el grupo que “nunca quiso imponer un estilo, ni una moda específica”, los seguidores de la música indie, que arrancó a finales de los años 80 y se impuso en los 90, empezaron a seguir una fórmula estética independiente, igual que su música, para no parecer fanes de ningún movimiento, ni ser parte de lo establecido. Para ello, pasar desapercibidos era la mejor manera de no entrar en el juego glamoroso y excesivo que se venía viendo en la música con estilos que cada vez eran más extravagantes y maximalistas. Los independientes no sólo buscaron hacer música fuera del mainstream, sino que encontraron un camino estético basado en una filosofía básica cuyo predicamento consistía en que su música debía ser la única protagonista, así