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Iniciamos una serie de artículos sobre cómo la música ha influido en la moda. Empezamos con los movimientos que surgieron del disco, de los ritmos electrónicos de los años 70, que encerraron una infinidad de estilos en medio de un momento histórico donde la noche era protagonista y los excesos eran la máxima.

Por Pilar Luna

La moda proveniente de la era dance, los ritmos producidos electrónicamente para bailar, es tan amplia como la cantidad de estilos que se encuentran dentro de estos sonidos sintetizados. De su herencia disco, que llega de los años 70, se puede decir que se quedaron algunas siluetas de la década donde el hipismo no sólo evolucionó en formas mucho más ajustadas, sino que terminó siendo un movimiento estético bastante distante al de su estado original. El mundo del dance adoptó materiales que, al igual que la música, tienen que ver con experimentación y con un laboratorio de texturas muy nutridas y artificiales.

Cuando se habla de dance en moda se habla primero de una fiebre disco con la que arrancó todo y aquí entran a escena materiales como terciopelo, poliéster, lúrex y todos sus derivados. Era plena época de cambios sociales y la moda del momento, que venía de ser hippie, también sufrió transformaciones radicales. La estética empezó a ocuparse de todos estos personajes salidos del mundo de “paz y amor” y así terminó revolucionándose tanto, que se convirtió en algo totalmente opuesto a los que planteaban esos movimientos de libertad y amor por la naturaleza. 

La moda disco fue la primera moda proveniente de la noche, del mundo de las discotecas. Las políticas del derecho de admisión a los lugares más “trendy” del momento, se basaban en el look del individuo que quisiera acceder a estos sitios, así que la juventud moldeaba su estilo bajo estos parámetros para ser aceptados e incluidos en este mundo discotequero que cautivaba y se convertía, cada vez más, en algo muy aspiracional. El código de vestimenta estaba pensado para los fines de semana, así que arreglarse y “engallarse” era parte fundamental del plan para salir a conquistar la noche. El estilo glamoroso típico del dance era muy banal y poco apropiado como una vestimenta del diario vivir.


El mal gusto a la moda

La opulencia destronó esa “simplicidad elaborada” que venía de esa era hippie y el derroche estético se convirtió en la consigna. El mal gusto pasó a ser “el mejor gusto” porque garantizaba atención. Plataformas, lúrex, plateados, afros, hasta recrear estilos provenientes del Oeste americano, entraron a la escena del mundo de la música discotequera que buscaba desbordar cualquier momento de felicidad. 

La renuncia del buen gusto se convirtió en una fuerza creativa muy liberadora para aquellos amantes de la noche que querían expresar su propia individualidad. Y como todo en moda, se convirtió en el uniforme de la época para la rumba. La moda, como la vida, dejó de tener reglas fijas así que la fiesta era lo único que importaba. La música tecnológica permeó las siluetas debido a que las luces provenientes del mundo disco y los pasos de baile que los más osados daban en la pista, exigían una vestimenta flexible, llamativa y muy glamorosa. Había que hacerse notar a toda costa en medio de un ambiente lleno de esferas giratorias, luces negras, hielo seco y pistas de baile iluminadas desde abajo.

Todo esto empezó a crear una necesidad que hasta ahora no se había tenido: mostrar el cuerpo para que los pasos de la pista fueran mucho más espectaculares.


Vestidos para conquistar

El erotismo que se podía reflejar a través de los diferentes look también tomó una posición predominante en este mundo de las discotecas. La clave era conquistar, así que apretarse era la consigna para que todas las formas del cuerpo se notaran bien. Estas prendas muy ajustadas, elaboradas con fibras sintéticas elásticas, cuya función era adherirse al cuerpo bien, con botas más amplias (campana) para ensanchar las piernas al final, desproporcionaban un poco las formas naturales de la silueta, así que se encaramaban en enormes zapatos de plataforma para conseguir que el bailarín se viera suspendido en el aire, al tiempo que se anclaba bien en la pista de baile.

El estilo dance nació para las pistas y logró introducir a la estética del momento hombres glamorosos y andróginos. El brillo y los tonos plateados tomaron una vigencia inusual gracias a que ayudaba a lucir la silueta, a destacarse entre los demás y daba la sensación de no ser un habitante de la tierra, sino de algún remoto planeta. El cuerpo era la mejor herramienta para convertirse en una superficie reflectante y de alguna manera producía efectos luminosos que daban una sensación de seres superiores. Los bailarines espontáneos se convirtieron en los ídolos y cualquiera podía tener “15 minutos de fama”.

Los jeans también tomaron un protagonismo importante, pero siempre con siluetas muy ajustadas que se “hicieran notar”. Y no se trataba de tener la prenda común y corriente para el diario, sino de lograr que su look fuera mucho más glamoroso. El brillo también se apropió del denim y se empezó a mezclar con texturas que dieran efectos diferentes o adornos como lentejuelas. La idea, siempre, era verse diferente y empoderarse a través del atuendo para convertirse en “el más” del momento.

El Grupo Abba fue uno de los más famosos en los años 70 y 80

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