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Que diseñadores y marcas de moda hayan tenido que cerrar las puertas de sus tiendas y disminuir su capacidad de producción luego de que el gobierno declarara la Emergencia Sanitaria, también fue un gran revés económico para los artesanos. Diversas iniciativas han nacido en el seno de la industria para ayudar a mitigar el impacto de la pandemia en estas comunidades altamente vulnerables.

Por Juliana Villegas

Luego de ganar el premio de impacto social otorgado por Yunus Social Business en octubre de 2019, el equipo de Wonder for People, marca de moda que fabrica zapatos y carteras en cocreación con artesanos campesinos e indígenas de diferentes zonas del país, se encontró de frente con la pandemia. La recompensa por este importante reconocimiento era una asesoría con el Boston Consulting Group, BCG, y estaban en plena planeación cuando se decretó el aislamiento preventivo obligatorio.

Preocupada por la honda huella que esto tendría en sus principales colaboradores, la fundadora de la marca, María Claudia Medina Villegas, decidió hacer un sondeo con sus proveedores y se dio cuenta de la vulnerabilidad de las comunidades indígenas con quienes trabajan: los wayuu de la asociación Wajapü en Maicao, La Guajira; los camëntsá alpamama de Mocoa, Putumayo, y la organización Curarte, conformada por artesanos camëntsá de Sibundoy, también en ese departamento.

Más allá de las grandes necesidades económicas, evidentes cuando no hay cómo vender el producto del propio trabajo, tenían otras más apremiantes como acceso al agua (en el caso de La Guajira) y comida. Aunque Wonder for People no apoya acciones asistencialistas pues su objetivo es dar un trabajo en condiciones dignas a sus asociados, la situación de riesgo inminente ante la inseguridad alimentaria los obligó a actuar de inmediato. De ahí que la firma haya decidido tomar acción en doble vía: destinar 30 % del total de sus ventas a estas tres comunidades y que los interesados en donar tuvieran la posibilidad de consignarles directamente. “Empezamos a hacer esto sin mayores expectativas. Luego de lanzar la campaña, a María de Sagarminaga, directora de la marca, la llamaron de #SomosUnoporlosArtesanosColombianos, y nos sumamos a la iniciativa”.

Una gran iniciativa

Esta idea, que ya estaba andando, reunió 14 marcas de moda nacional –15 con Wonder for People– que trabajan con indígenas y artesanos alrededor del país (Maison Alma, Verdi, Hunting Season, MAZ Manuela Álvarez, Najash, Olga Piedrahita, Oropendola, Atlas, Tucurinca, Gres, Fango, Folies, Esteban Cortazar y Si Collective) y en alianza con la fundación Aid Live empezaron a gestionar donaciones para 815 familias que viven de la artesanía.

Al iniciar la cuarentena, cada firma identificó una gran preocupación en las comunidades artesanas: al cerrarse las fronteras y el comercio en general, y al reprogramarse o cancelarse eventos masivos, todas sintieron un impacto inmediato en los pedidos que reciben. “Las asociaciones artesanas más organizadas tienen tres fuentes de ingresos: las ferias artesanales, los almacenes que venden principalmente a turistas y las marcas de moda. Si bien estas últimas, al menos en lo concerniente a las 15 que forman parte de la iniciativa, mantienen los pedidos a pesar de la baja en las ventas, las otras dos grandes fuentes de ingresos siguen detenidas. #SomosUnoporlosArtesanosColombianos surge entonces del deseo de poder ayudar a las comunidades más allá del puñado de artesanos que empleamos directamente con nuestras marcas”, explica Daniela Bahamón, creadora de Maison Alma.

La firma de abrigos y carteras emplea a 37 artesanos en tres comunidades diferentes, pero hay muchas otras personas en ellas dedicadas ciento por ciento a la artesanía. “Guacamayas, en Boyacá, tiene 400 y la cooperativa con la que trabajo, 107. En Sandoná, Nariño, especializada en tejidos con palma de iraca, son 212. Esto nos da una idea de la cantidad de artesanos que se han quedado sin trabajo. Pero además es una situación realmente dramática en poblaciones en las que más de la mitad de los adultos y se ganan la vida solo con sus artesanías. Al ser tan especializados en un único oficio, la mitad de la gente en estos pueblos está básicamente cesante”, cuenta la diseñadora.

Para ayudarlos y cuidar así su arte, patrimonio de nuestro país, las  marcas inscribieron a las comunidades con las que tienen contacto permanente. Para llegar a ellas, se asociaron con Aid Live, organización sin ánimo de lucro que, según Daniela, tiene toda la estructura para poder garantizar la transparencia necesaria para las donaciones. “La fundación nos ayudó a ubicar a los 815 artesanos que forman parte de estas comunidades, confirmar su lugar de residencia y verificar que cumplieran todos los requisitos para recibir la donación. Los beneficiados pueden reclamar con su cédula, en el lugar en el que vivan, incluso si es vereda o caserío, un bono por $150.000 para mercado. Aid Live nos ayuda creando convenios con diferentes tiendas y supermercados ubicados en zona rural para poder hacer efectiva la donación”.

Saberes en peligro

Estas familias artesanas están ubicadas en los departamentos de La Guajira, Magdalena, Bolívar, Santander, Boyacá, Antioquia, Chocó, Huila, Nariño y Putumayo, y son quienes protegen un sinfín de saberes ancestrales que están en peligro de desaparecer si la crisis persiste, entre ellos técnicas indígenas como el telar guanga de la etnia de Los Pastos, el pellón de los wayuu, el tejido-enchapado en chaquiras y el tejido de chumbe de los camëntsá, el tejido manual y en telar en mostacillas de los embera chami kuramdo y el bordado en chaquira de los wounaan phur.

También son altamente vulnerables técnicas campesinas como la extracción, hilatura y tejido de fibras naturales del fique, el plátano y el algodón orgánico, en Curití, San Agustín y Charalá, respectivamente; las técnicas de tejeduría de la palma de iraca en Sandoná, del fique en crochet dos agujas en Curití, del fique en telar y a mano en La Jagua, de cestería y de telar de pedal en Bogotá, del telar horizontal en San Jacinto y de fibras sintéticas en la tradicional silla costeña en Santa Marta. Así como técnicas manuales tales como la cerámica vaciada y el trabajo en madera en Caldas, Antioquia, y el tallaje de piedra en San Agustín, Huila.

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