La diseñadora, conocida por ser la maestra de la vanguardia en Colombia, fue la encargada de abrir la séptima edición del Bogotá Fashion Week Fiel a su espíritu, el espectáculo, que reconoció sus 35 años de historia, maridó la danza y la moda, dos de sus grandes pasiones.
Por Pilar Luna. Fotos: Cortesía BFW.
Pensar en una presentación de Olga Piedrahita en un escenario siempre significa ir mucho más allá de una simple pasarela. Descubrir la maestría de su costura, la creatividad de su propuesta, la disrupción de sus ideas y su desborde de generosidad al incluir en su propio homenaje a otros artistas y a otros creativos, son ingredientes únicos que han llevado a que la diseñadora paisa sea gran merecedora de este y muchos tributos más.
Obvio, sus 35 años de carrera lo ameritan, pero Olga, inquieta como siempre es, encuentra la manera de que un homenaje para ella se convierta en un tinglado de artes escénicas, en un performance interactivo, en una lección de costura, en un símbolo de la vanguardia y en un maridaje sublime de sus propias pasiones: la moda y la danza.
BFW24 en su acto inaugural
Fue así como, de la mano de su hija Danielle Lafaurie, Olga Piedrahita, la maestra de la vanguardia en Colombia, llenó de arte y moda uno de los escenarios más emblemáticos de Bogotá, El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. El público llegó ávido de entender que era eso que estaban preparando con tanto sigilo y, sobretodo, de volver a ver a esta diseñadora en escena, de reencontrarse con su espíritu y con su forma de asumir la moda.
Lo primero que vimos fue un performance que hablaba en el lenguaje que Olga nos tiene acostumbrados: un laboratorio de experimentación. Algo mucho más personal y cercano donde se jugó con texturas, siluetas y hasta con diversas disciplinas artísticas. La presentación, que se hizo en un escenario que bautizaron Teatro estudio, entregó un recorrido por el mundo y la esencia de su laboratorio, por una historia marcada por la costura.
Siluetas icónicas de su permanente experimentación, formas desconstruidas, blazers, polleras que se relacionan con la obra en escena, faldas asimétricas; materiales como el papel textil, tules, algodones, texturas arrugadas; sus tradicionales estampados llevados a otro nivel y mucho más, lograron esa permanente cohesión que hace que la propuesta de la paisa siempre tenga un sentido artístico y disruptivo.
La danza del Colegio del cuerpo
Pero como Olga Piedrahita no se queda quieta nunca, su propuesta para los directivos del BFW fue ir mucho más allá. Desde hace varios años viene trabajando con el Colegio del cuerpo, una compañía de danza creada por Álvaro Restrepo. “Ha sido una especie de matrimonio inquebrantable de “mucha generosidad” por parte de Olga y Danielle”, según dice el mismo artista cartagenero.
Fue así como para este homenaje a Olga Piedrahita, montaron dos fragmentos de sus obras, la primera llamada “Animal family”. “Cuando recibimos las prendas y accesorios que nos donaron la primera vez, le propuse a los bailarines unos talleres de investigación, experimentación e improvisación. Poco a poco se fue revelando la dramaturgia teatral y dancística de esta obra extraña, lúdica y un tanto macabra, inspirados en gran medida en la atmósfera oscura y tremenda de la visionaria novela de George Orwell, “Animal farm”, cuenta Restrepo.
La segunda parte, “El espíritu del pájaro” es un homenaje sinfónico a las comunidades indígenas de nuestro país, inspirado en textos de poetas indígenas colombianos, como Fredy Chicangana y Hugo Jamioy, entre otros. “Con los bailarines llevábamos semanas tratando de imaginar cómo deberíamos ir vestidos para interpretar el poema coreográfico y Olga y Danielle leyeron “telapáticamente” nuestras cavilaciones y nos proporcionaron la respuesta a través de estos ropajes… Inspiradas quizás en los diseños de los indios arhuacos y kogis estas regalías nos permitieron hablar de sus mundos y cosmogonías sin “disfrazarnos” de ellos: honrarlos sin intentar “suplantar” o mimar estos universos”.
La inauguración de esta séptima versión del Bogotá Fashion Week no podría ser más representativa de un trabajo de 35 años de una mujer muy talentosa que siempre ha buscado experimentar de la mano de varios artistas; involucrando otras disciplinas y talentos; y que entiende a la perfección que su espíritu debe volar, danzar, crear y, por qué no, llegar al éxtasis.