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La diseñadora con su firma MAZ se inspiró en la Flor de Venus y recreó el misticismo de cierto fenómeno del planeta del amor y la belleza en el delicado trabajo de chaquiras que aplicó a sus prendas y en las sinuosas siluetas de algunas de sus piezas.

Por Juliana Villegas. Fotos: Cámara Lúcida para el BFW.

El trabajo de Manuela Álvarez, directora creativa de MAZ, se conecta al misticismo que hay detrás de las representaciones de lo femenino. Y eso, por lo general, también la vincula profundamente con el trabajo artesanal de ciertas comunidades indígenas que hacen sus propias interpretaciones sobre ello.

Esta vez, la diseñadora se basó en los patrones geométricos de la Flor de Venus, inspirada en el mítico “Baile de Venus”, un fenómeno astronómico conocido como el “vals del universo” que representa con perfecta precisión la forma de pentagrama que hace al planeta en su ciclo sinódico de conjunciones inferiores con el sol. Se ve como una flor.

Este baile, y en general Venus, representan no solo el amor y la belleza, también, según la propia diseñadora, la energía mística femenina que habita en todos los seres humanos (no solo en las mujeres). También significa, según explica, el poder de renacimiento, la renovación y el amor encontrado.

“Flor de Venus es un viaje introspectivo que comienza con una pérdida o un duelo transformador que abre las puertas a vernos por dentro sin filtros. El tipo de proceso que nos obliga a deshacernos de nuestra vieja piel, preconceptos y sistemas de creencias para que podamos renacer como los individuos que realmente somos”, dijo la directora creativa de MAZ en las redes de la marca. 

¿Cómo se ve esto reflejado en la colección?

Primero, y lo más evidente, en las decoraciones realizadas con chaquiras tejidas que representan la Flor de Venus en blanco y negro, y que la diseñadora sobrepuso en la parte frontal de algunas prendas, específicamente en el pecho, en el lugar exacto donde quedan los senos, en el torso y en los hombros.

También en los tejidos de los chumbes, usados como detalles contrastantes en las solapas de chaquetas o en el cuello de las camisas, así como en el tejido en telar que le dio vida a abrigos gruesos y pesados.

Además, en las sinuosas formas de ciertas prendas de lana tejida, que dieron esa sensación de voluptuosidad asociada con lo femenino.

Lo anterior lo combinó con sus prendas de sastrería masculina, que tanto ha caracterizado la propuesta de Manuela desde sus inicios (las camisas extralargas y asimétricas, los blazer y las chaquetas), pantalones y faldas de cuero de diferentes siluetas, prendas de lana con hilos sin tejer para crear volumen en partes estratégicas, y voluminosos abrigos acolchados o tejidos en telar.

La paleta: la misma a la que Manuela le ha sido fiel desde el día uno… negro, blanco y acentos en verde.

En conclusión, la amalgama perfecta entre entre elementos que parecen difíciles de articular.

Manuela y todas las artesanas y el grupo de trabajo que participó en esta colección.

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