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¿Qué va a pasar con la moda después de la pandemia? Todavía es muy pronto para saberlo, pero lo que sí es cierto es que la forma de consumir va a cambiar y por consiguiente la forma de hacer moda también debe cambiar.

Por Pilar Luna. Fotos: Depositphotos

En estos tiempos de Covid-19 todo el mundo anda como loco. Escribir análisis profundos sobre lo que puede pasar con industrias como la de la moda resulta ser una especie de tiro al aire porque nadie sabe exactamente para dónde va esto. A estas alturas, y sabiendo que aún no se tiene una fecha precisa de cuánto puede durar esta pandemia en cada país, especular sobre cómo va a responder el mercado es muy difícil. He leído análisis de varios expertos mundiales y de casos como el de China que ya está “al otro lado” en lo que tiene que ver con contagios y etapas críticas de la epidemia y ahora “tiene un respiro” para empezar a activar la industria, tratando de entender lo que nos espera.

La pregunta es ¿se debe seguir con la misma tendencia de producción que ha venido teniendo la industria o, definitivamente, todo va a cambiar? Si la forma de consumir moda se altera, seguramente también tendrá que cambiar toda la dinámica porque ya no se va a seguir ejecutando de la misma manera como se ha hecho hasta ahora. Es casi seguro que la forma de consumir va a cambiar y ojalá que así sea.

De hecho, llevamos varios años viendo cómo el consumidor piensa diferente y cómo algunas de las empresas tradicionales que no se han logrado adaptar a los nuevos tiempos han bajado su productividad y, por consiguiente, sus utilidades. Los nuevos consumidores buscan no solo experiencias diferentes, sino también que la moda sea más ética y proporcione respuestas a varios de los grandes problemas que históricamente ha tenido esta industria. Con esta nueva realidad seguramente se exigirá que la moda sea más consciente con el planeta y con todas las formas de lucha que hay para mejorar las condiciones laborales de quienes trabajan produciéndola.

La crisis está muy dura, es cierto y la gente está muy asustada. Pero más allá de eso hay que encontrar el camino para que la moda no sea parte del problema, sino que se convierta en una solución. ¿A qué me refiero? Es clave que miremos el consumo desmedido que implica algunas de las prácticas de esta industria y que busquemos tener mejores productos a precios más asequibles. Productos que tengan un valor agregado diferente a estar en tendencia y que detrás de su desarrollo haya buenas prácticas sustentables, sociales y empresariales que lleguen a reforzar el hecho de que la moda se convierta en algo mucho más cercano a las necesidades de las personas del común. La trazabilidad de cada producto será un punto para tener en cuenta a la hora de comprar.

Hemos visto como en este maremágnum de información, las marcas que mejor han salido libradas en redes son las que han demostrado solidaridad con la situación y con sus empleados. Eso, en un futuro no muy lejano el consumidor lo va a recompensar. De hecho, por ejemplo, ya se lee que muchos consumidores van a empezar a comprar en Arturo Calle solo por cómo ha asumido esta crisis y los mensajes que ha dado de sobreponer el ser humano y la vida antes que al negocio. Eso ya es una ganancia grande porque no olvidemos que las marcas de moda viven de su prestigio.

¿Y en Colombia qué?

Entonces ¿qué puede pasar ahora con la industria colombiana? Lo primero que debo decir es que hay que empezar por analizar el comportamiento de las marcas durante la crisis. En este tiempo de cuarentena me he puesto a ver de cerca cuáles realmente están enganchadas con la realidad de lo que está pasando y cuáles se han dedicado únicamente a buscar la manera de seguir vendiendo a toda costa. La empatía es lo primero que reclama el consumidor en situaciones como estas y después, seguramente, se lo van a cobrar a las marcas porque a la hora de elegir el inconsciente (o conscientemente) el ser humano opta por las que están más cercanas a su corazón. 

Por eso hay una realidad que sí se puede preveer en esta época de reflexión profunda y es que la marcas y diseñadores tienen que cambiar los planes que se tenían para este año (ya cambiaron) y entender que después de esto no vamos a ser los mismos. Y eso quiere decir también que se conecten de verdad con lo que está pasando.

Según un artículo de BOF, en Italia los grandes emporios de moda con sus dueños-diseñadores a la cabeza siguen trabajando desde sus casas pensando en la próxima colección, en cómo ser más creativos y dejar a un lado tanta banalidad en la que muchas han caído. Sobreponer los procesos y el producto a las distintas estrategias mercantilistas. Entender que es mejor ser más creativos que buscar vender a través de estrategias infladas, en las que se incluyen el complejo mundo de los influenciadores. “Esta crisis es una oportunidad para eliminar lo superfluo, recuperar nuestra alma perdida hace mucho tiempo, eliminar el marketing pesado y la economía insidiosa de influencia. Estos diseñadores italianos están trabajando en colecciones más pequeñas con mensajes más fuertes y este podría ser el resultado final de toda esta agitación”, escribe el columnista en el artículo del BOF.

En Colombia podemos entender ese camino porque tenemos el material para hacerlo. Esta crisis, de verdad, puede ser una oportunidad para salir del aburrimiento en el que han caído tantas marcas y buscar llegarle realmente a la emoción de quienes quieren honestidad con lo que se está ofreciendo. El país, por su capacidad creativa y su gran talento artesanal, tiene una gran oportunidad de ofrecer este tipo de productos que vengan de la identidad, de nuestra cultura, de la historia que tenemos, de nuestros ancestros, de la tradición y de comprender que, si le ponemos alma y corazón a esto, los consumidores van a reaccionar de la mejor manera. Solo hay que contar bien esa historia. La idea es dejar a un lado la forma y ponerle mucho fondo a lo que se ofrece para que, de esta manera, esta crisis proporcione el respiro que se está esperando.

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