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Con unas bases sólidas, esta cita bogotana se está posicionando como una plataforma de moda clave para proyectar la industria de la ciudad.

Por Pilar Luna

 

Siempre tendré sentimientos encontrados con respecto al Bogotá Fashion Week. Es un evento que llevo en el corazón porque fui una de sus gestoras, concebí de cero el proyecto cuando apenas era un sueño e hice parte de su inicio. Fui la curadora durante las tres primeras ediciones y hoy, cuando veo que ha crecido tanto y se ha consolidado, me siento muy orgullosa de lo que se hizo para que esto fuera una realidad.

Bogotá, a veces, llega tarde a ciertos temas que son muy importantes para la ciudad y tener una semana de moda representativa de la industria capitalina, era algo que estaba en mora de hacerse hace varios años. Cuando arrancamos con el proyecto, el medio no daba un peso por su permanencia porque pensaban que iba a ser uno más de los intentos frustrados que se habían hecho en la capital por tener un gran evento de moda de ciudad. Debo confesar que en el proceso tuvimos muchos detractores y que estuvimos a punto de claudicar. De hecho, personalmente tuve un aterrizaje forzoso en el que conocí mucho más a fondo todas las pasiones que despierta un tema tan visceral como es el mundo de la moda. Me encontré con “amigos” y “enemigos” que no sabía que tenía.

 

 

De entrada, descalificaban el evento porque quien estaba a la cabeza era una mujer que no venía de la moda, sino de la producción escenográfica. Yo le abono que se echó este proyecto al hombro y lo luchó hasta sacarlo adelante. Yo, por mi parte, tenía como interés hacer lo que siempre he hecho: apoyar la moda colombiana desde cualquiera de los espacios en los que he trabajado. Ayudé a estructurar esta plataforma y me siento muy orgullosa de ver que las bases siguen sólidas. La filosofía del BFW es que un diseñador que participa tenga una vitrina importante para darse a conocer y comercializar su marca, sin tener que invertir las grandes sumas de dinero que implica hacer un desfile propio. El hecho de que esta plataforma les pague el desfile a los diseñadores que mueven la industria de la moda en Bogotá ya es, de por sí, un punto muy importante para que el BFW sea un escenario clave y tenga continuidad.

 

 

Sé que arrancando se cometieron errores. No conozco un solo evento que no haya tenido dificultades al inicio y más cuando el apoyo institucional fue mínimo. Se cometieron errores, pero no tantos como muchos quisieron endilgarle y realmente la idea era novedosa porque se hizo en el Aeropuerto, una locación atípica para un evento de estos, pero que resulta muy novedoso cuando se piensa en miles de viajeros pasando y encontrándose con una ciudad en la que se respira moda. Aunque la idea era buena, fue muy duro lograr que la locación conectara bien con la industria por todos los temas de seguridad que se requerían para que esto fuera posible. Al año siguiente desistimos de esta locación y nos fuimos para otra y en la tercera edición ya estábamos en la Cámara de Comercio.

 

 

Yo agradezco el apoyo que hubo desde el inicio de varios de los diseñadores que creyeron y que hoy siguen presentando sus colecciones en el BFW porque, aunque fue una apuesta muy arriesgada, se demostró que era un evento necesario para dinamizar el sector moda en Bogotá. De ahí en adelante, el BFW evolucionó como debía: la CCB lo asumió y le dio el músculo necesario para ser grande.

 

 

Pero ¿por qué saco todo esto a colación en este momento? He leído tantas especulaciones en torno a lo que es o debe ser esta cita de moda que creo que se debe hablar de esto desde el conocimiento profundo de un evento del que he estado muy vinculada (aunque ahora solo desde el ejercicio periodístico). Leí sobre lo que debe ser o traer el BFW para los diseñadores, pero no he visto a ninguno de esos “críticos” preguntar a las fuentes originales qué tanto les ha aportado y cómo ha sido su historia. No conozco ninguna otra plataforma de moda en el país en que se asuma el 100% de lo que le cuesta a una marca participar. Siempre se están buscando patrocinadores y siempre se está esperando tener los recursos necesarios para poder estar en un desfile decoroso o en una muestra comercial potente.

 

 

En Bogotá, el evento asume todo. Así se concibió y siempre ha sido así. Cuando leo las críticas pienso que hay un enorme desconocimiento de lo que es la industria en el mundo. Las semanas de la moda son ejercicios semestrales donde las marcas muestran sus propuestas de temporada y la idea es que los diseñadores lo puedan hacer regularmente. No cambian cada edición de nombres y en Bogotá ese ejercicio se ha construido bien y se le ha dado la oportunidad, con base en una selección curada, a muchos nombres nuevos creadores y a otros más consolidados. Hay continuidad y eso es clave.

 

 

Hay errores, claro que sí. Hay mucho por construir, seguramente. Hay otras maneras de hacerlo, estoy convencida. Pero no hay duda de que el BFW es un evento que ha tomado mucho vuelo y que tiene el potencial necesario para hacer que Bogotá sea protagonista del calendario. Y por demás, resulta bien interesante la cantidad de público que hay ávido de asistir a este tipo de muestras.

 

 

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