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POR: PILAR BOLIVAR / FOTOGRAFÍAS: CORTESÍA LONGCHAMP

 

Siete décadas de una firma que empezó a galopar bajo las riendas de una pipa de cuero y veinticinco años de su diseño más emblemático, una cartera inspirada en el origami. Lonchamp está de fiesta y les contamos siete datos sobre la evolución de la marca y el desarrollo de sus piezas de culto. 

 

 

Creación, calidad, trabajo y servicio han sido los cuatro evangelios que han marcado el paso de Longchamp, la marca de artículos de cuero de alta gama que ha evolucionado al galope de una familia, los Cassegrain, quienes desde el primero de febrero de 1948 han aportado una puntada a la firma que, por estos días, no solo celebra sus 70 años, sino que también viste de gala a la cartera consentida de la casa del caballo, Le Pliage, que celebra sus 25 años de creación. Estos son siete datos curiosos sobre la emblemática marca.

 

 

UNA PIPA, LA GÉNESIS

Desde el comienzo, la casa marcó el paso al crear una pipa de lujo revestida de cuero que sedujo tanto a la clientela internacional que deambulaba por los grandes bulevares parisinos y frecuentaban los teatros. Aprovechando la ubicación de la casa en donde abrió sus puertas Longchamp el primero de febrero de 1948 —estaba en el bulevar Poissonnière, al lado de la tienda de tabaco más antigua del mundo, A La Civette, una zona comercial concurrida por artistas, famosos y socialités— y el espíritu de la posguerra, Jean Cassegrain hizo de la pipa el accesorio perfecto de los soldados estadounidenses en París. Era un momento en el que fumar en público estaba de moda y este artículo no tardó en ser el it.

 

 

PARA LAS FUMADORAS

La icónica fotografía de Marlene Dietrich con la boquilla de Longchamp fue la oportunidad para que Jean creara una gama completa de accesorios femeninos como pipas, pitilleras y ceniceros. Además, el francés seleccionó pieles de cocodrilo y lagarto y de la mano de los mejores artesanos de las pieles debutó con una propuesta de pipas en pieles exóticas el primero de mayo de 1948 en la Feria de París, un importante lugar de encuentro para innovaciones, al que las maisonsregresaron efusivamente después de la guerra.

 

UNA CASA DE FAMILIA

La bien recibida colección de Jean Cassegrain para fumadores empezó a ser complementada con una línea de maletines, blocs de notas y portatarjetas y como carga en los trasatlánticos atravesó mares y océanos para llegar a una clientela aficionada a las novedades parisinas. Bajo el impulso del fundador, la familia Cassegrain se orquestó en torno a la firma: “Mi madre ayudó a mi padre a recibir a los clientes en la Feria de París, dirigió la boutiquey cuidó de ella, todo junto a él”, cuenta Philippe Cassegrain, hijo de Jean y quien a sus 15 años (1952) se montó a bordo del caballo empresarial de su padre.

“En ese momento no íbamos a la escuela los jueves, así que hicimos cajas de cigarrillos o portapasaportes, por ejemplo; tenía una pequeña máquina para marcar Longchampen dorado. Cuando cumplí 15 años, obtuve una Vespa; podría entregar en el bulevar Haussmann, en donde había muchos hoteles de lujo: el Commodore, el Ambassador, los cabarets, el Crillon, etc. Entregaba los pedidos de productos para fumadores, que se exhibían en los escaparates. Los turistas adoraron nuestras colecciones. Jean-François y Dominique, mis dos hermanos, se unieron también: ayudaron con las entregas de las que no pude ocuparme”. Junto con Brigitte, y sus otros tres hermanos mayores, ayudaron a su madre, Renée, mientras ella organizaba todo con su esposo. Desde el hilo a la aguja, el estampado de Longchamp y hasta la entrega todos trabajaron en la creación de la cultura peletera de la firma.

 

 

CULTURA ARTESANAL

Las primeras billeteras de la casa llegaron de la mano de los artesanos de lostalleres de Segré (Francia), cuya tradición cautivó a Jean. Durante décadas él le confió a Madeleine Poirier, la trabajadora principal de los talleres, el desarrollo de sus piezas de marroquinería; además, ella entrenaba a los aprendices para manejar el cuero, coser sin una guía, adornar, cubrir con precisión la funda, trabajar y limar los bordes, manipular el punzón, manejar la piedra de afilar, la cuchilla y aplicar la cera antes de enviar cada pieza.

 

 

EL LOGO, AL GALOPE

En el trayecto diario, desde su casa hacia el centro de París, Jean Cassegrain disfrutaba de la vista de uno de los últimos molinos en la capital francesa que estaba ubicado al final del hipódromo de Longchamp. Dicho molino rimaba con su apellido, Cassegrain, que recuerda la molienda —cass-graintraduce del francés “rompe semillas”— y él lo asoció al mundo de la guarnicionería para el que diseñaba sus colecciones; así nació el nombre de la marca, Longchamp. Solo faltaba un logo para identificarla y Jean le encargó al ilustrador Turenne Chevallereau el diseño del símbolo. Este, inspirado en los grabados del siglo XIX y basándose en la guía de Jean, plasmó el movimiento de un caballo al galope con una zancada completa (símbolo de elegancia y representación del ímpetu que Cassegrain le puso a sus colecciones) como el emblema de la casa.

 

 

ORLY Y EL AUGE DEL VIAJE

En la posguerra, con el surgimiento de una población mundial en movimiento, las terminales aéreas comenzaron a ser puntos de referencia para las marcas de lujo. Y en 1950, la de Orly Sud (París) ejemplificó una evolución notable gracias a su arquitectura innovadora y luminosa, sus volúmenes nunca antes vistos, diseñados por el arquitecto Henri Vicariot; inclusive, contaba con dos salas de cine que transgredieron los códigos establecidos e hicieron de Orly un escaparate del lujo francés ante el mundo y uno de los principales puntos focales de París —llegó a ser el monumento más visitado de Francia, incluso superando la Torre Eiffel—. El aeropuerto atrajo no solo a los viajeros, sino también a los turistas que iban a ver despegar los aviones desde sus terrazas abiertas y esperaban conocer a Audrey Hepburn, Greta Garbo, Romy Schneider o Ray Charles. Dominique, el hermano de Philippe, aprovechó y al encontrarse con las celebridades en tránsito por la terminal, creó cuadernos con autógrafos de todas las estrellas de la música y el cine, estableciendo la reputación de Longchamp entre la élite y las estrellas del cine.

Por su parte, su padre, Jean, vio una oportunidad cuando se anunciaron los primeros vuelos directos entre París y Nueva York y abrió un stand de Longchamp en Orly. “A las siete de la mañana, vendía equipaje de lujo y en la tarde estaba en la oficina”, cuenta Philippe.

 

 

UNA CARTERA PLEGABLE

La historia de este icono de Longchamp se remontaa 1972, cuando Philippe Cassegrain sucede a su padre, Jean, en la dirección de la casa. Luego de un viaje por Japón en 1993, Philippe decidió crear un bolso inspirado en el arte del origami, ya que buscaba un modelo que se plegara y fuera muy ligero. De ahí surgió Le Pliage(que en francés significa doblar), el estilo de Longchamp más aplaudido y que por estos días celebra veinticinco años con una edición especial: Le Pliage Club, una actualización casual del diseño original que adorna su lienzo de nailon en forma trapezoidal con una solapa y asas en cuero ruso, con el caballo bordado, el cierre a presión y los bordes teñidos que crean contrastes de colores como amarillo sobre gris metalizado, rojo sobre azul marino, naranja sobre caqui y azul marino sobre granate. Así, este shopper bagde silueta minimalista, inspirado en un estilo universitario, sigue marcando la marcha como un clásico de la peletería francesa y en el más versátil de la realeza del chicparisino.

 

 

LA NUEVA GENERACIÓN LONGCHAMP

Por estos días, las riendas del Longchamp están en manos de Jean Cassegrain, hijo de Philippe y nieto delfundador. Como actual CEO de la casa, Jean perpetúa los valores que le permitieron a su abuelo y tocayo darle forma a la marca que hoy cuenta con un volumen de negocios superior a los quinientos millones de euros, con tiendas en un centenar de países y que emplea a más de tres mil personas en todo el mundo. Pero a pesar de su éxito (su facturación ha ido en alza, así como la proporción de ventas internacionales; además de abrir, recientemente, más de 120 puntos de venta en el mundo), “no perdemos nuestras características clave: el espíritu de una familia, el esplendor de París, el cuero excepcional y la artesanía arraigada en nuestra historia”, explica Jean. Precisamente, la fidelidad a sus orígenes y al espíritu innovador, más allá del ritmo contemporáneo —impuesto desde 1948 por Jeanne Cassegrain (abuelo) — se refleja en la elección de Kendall Jenner como musa de la firma. “Simboliza las aspiraciones de la nueva mujer de Longchamp. Una sensación de libertad, frescura y autenticidad en un mundo que se mueve cada vez más rápido. Longchamp es la marca de mujeres que, como Kendall, son activas, multifacéticas y con muchos talentos, con un espíritu creativo e independiente”, concluye la directora creativa, Sophie Delafontaine (hija de Philippe y hermana de Jean), quien ha tenido a cargo la expansión de Longchamp más allá del equipaje y los pequeños artículos, galopando hacia la construcción de una marca de moda y accesorios de alta gama.

 

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